En las últimas décadas, el mundo ha presenciado un alarmante aumento en la frecuencia y severidad de los incendios forestales. Estos desastres no solo devastan ecosistemas y medios de vida, sino que también contribuyen significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero, exacerbando el cambio climático. En este contexto, la resiliencia de las comunidades frente al fuego se ha convertido en una estrategia crucial, no solo para la protección local, sino también para la mitigación del cambio climático a nivel global.
En Bolivia, los datos oficiales revelan un preocupante incremento en las áreas afectadas por incendios desde 2012. Entre 2014 y 2021, la superficie devastada por incendios forestales ha mostrado un crecimiento sostenido, alcanzando su punto más crítico en 2019. Este dramático incremento no solo refleja la creciente severidad y frecuencia de los incendios, sino también la profunda vulnerabilidad de los ecosistemas bolivianos. Los departamentos de Santa Cruz y Beni han sido los más afectados, concentrando el 94% de las áreas quemadas en el país durante estos años, lo que subraya la necesidad urgente de enfoques regionales en la gestión del fuego.
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El impacto de estos incendios va mucho más allá de la pérdida de cobertura forestal; representa una amenaza directa a la biodiversidad, los hábitats naturales y los medios de vida de las comunidades locales. Al mismo tiempo, la quema de grandes extensiones de bosques libera enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, contribuyendo significativamente al cambio climático global. Este ciclo destructivo resalta la urgencia de implementar estrategias integrales de prevención y manejo del fuego, que combinen tecnologías avanzadas con el conocimiento tradicional de las comunidades indígenas.
El rol de las comunidades en la lucha contra los incendios es vital y merece ser reconocido y apoyado. Acciones locales, como la creación de cuadrillas comunales de bomberos forestales, la implementación de prácticas preventivas y la organización de redes de apoyo interinstitucionales, son fundamentales para reducir el riesgo de incendios y minimizar su impacto. Este enfoque comunitario no solo contribuye a la protección del medio ambiente, sino que también refuerza el tejido social y la identidad cultural de las comunidades involucradas. Al reconocer y valorar el papel de las comunidades en la gestión del fuego, se promueve un modelo de desarrollo sostenible que integra la conservación de la naturaleza con el bienestar y la seguridad de las personas.
Fortalecer la resiliencia de las comunidades frente a los incendios forestales es esencial. Esto implica no solo mejorar las capacidades de respuesta y recuperación, sino también fomentar la educación y la concientización sobre prácticas sostenibles. Iniciativas comunitarias como la reforestación y la adopción de prácticas agrícolas y ganaderas sostenibles pueden desempeñar un papel crucial en la mitigación de los efectos del cambio climático. En última instancia, la capacidad de fortalecer las comunidades resilientes al fuego dependerá de un esfuerzo coordinado y multidimensional que involucre a todos los sectores de la sociedad en la protección y conservación de los bosques, reconociendo que los bosques son una garantía de agua para la vida, en Bolivia y el mundo.
Fabio Cotrina
Responsable de sistemas de información geográfica, Fundación Amigos de la Naturaleza
Fuente: https://www.la-razon.com/voces/2024/08/14/comunidades-resilientes-al-fuego/
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